Crepitaba el agua, con la suavidad briosa del mar.
Sabía a fuego.
Los límites no eran más que caricias insolentes con el espanto de la eternidad.
En medio de la abundancia, gritos de seres que pertenecen
Escuchar que te miran y esperan tus movimientos.
Entre la humedad y la exhuberancia.
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