era la que hablaba del olvido
la que no quería matar
para que no se acordaran,
olvidándose antes o después,
de que ella era la que no quería saber que había muerto.
tan seca
tan ebria
tan sola.
pedía, todas las noches, inconsciente,
que no la asesinaran.
porque sorbía el humo, donde terminaba la piel de otros
y tiraba en la oscuridad, junto a las colillas, la gracia que le sobraba durante el día,
con el cráneo neblinoso, para perder la noción de ese olvido
tan probable
tan probable
tan cercano.
ella.
que, llorando cuando nadie la veía, desapareció.
3 comentarios:
qué triste.
cuánta tristeza para este martes nublado.
tengo el terrible presentimiento q describas mis desvelos y al leerte muera de tristeza ante mi espejo.
que agradable este lugar.laspalabras aveces son tan suaves y aveces tan acidas y aveces tan confusas, me gusta
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